jueves, 19 de abril de 2018

El poder de la letra

Ya no nos acordamos, porque nos ocurrió hace mucho, mucho, mucho tiempo, cuando nuestra conciencia era una prolongación de nuestros sentidos y nos costaba distinguir entre lo que ocurría fuera y lo que sentíamos dentro, pero algo poderosísimo y misterioso, casi mágico, se produce en la mente de un niño de cuatro años cuando descubre que los sonidos que emite con su voz para entenderse con el mundo tienen también una traslación gráfica dibujable en un papel. 

Los docentes de Infantil lo saben por experiencia y lo comprueban cada año cuando afrontan el trascendental momento de enseñarles a los críos que la “o” que ellos pronuncian dibujando un rosco con los labios, en el lenguaje escrito se representa con un circulito. Y que la “i”, tan fina, aguda y delicada, tiene en el cuerpo de un palito. Luego viene el resto de vocales, las consonantes y el alfabeto entero. Y a continuación, la fantástica capacidad para combinar las letras y formar palabras y oraciones. 

‘La letra A, la letra que quería volar’ va un poco sobre eso, sobre ese crucial momento en la vida de un niño, de una persona, en el que descubre el poder de la letra escrita y aprende a escribir. Se presenta como un juego, pero el recién iniciado no tardará e descubrir el fantástico mundo que se acaba de abrir ante sus ojos. Es como si su cabeza creciera de repente, como si le saliera un nuevo brazo con el que no contaba, como si a su corto menú de capacidades humanas le brotara de una nueva aptitud que no había imaginado. ¡Resulta que puede llamar a su mamá a voces o poner en un papel: “MAMÁ” y ambas significan lo mismo! 

Pocas cosas más fabulosas va a descubrir en la vida. Y pocas personas hay más importantes en nuestras biografías que las maestras y maestros que hace mucho, mucho, mucho tiempo, ya ni nos acordamos, nos enseñaron a escribir.

Juan Fernández Pérez 

 

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